El encabezado es una imagen de Javier mirando pensativamente a la distancia, probablemente contemplando cuántos filtros de Instagram puede aplicar a una sola foto. El efecto parallax está tan exagerado que mover el ratón un milímetro hace que toda la página se sacuda como si estuviera teniendo un ataque. Es la versión web de montarse en una montaña rusa después de comer cinco hot dogs.
No sé quién necesita leer un testamento digital de 5000 palabras sobre cómo se conocieron los socios en la fila del supermercado, pero aquí estamos. La sección "Nuestra Historia" tiene más giros que una telenovela mexicana y tanta información irrelevante que parece el currículum de alguien sin experiencia laboral. "Nos miramos a los ojos y supimos que éramos el uno para el otro"... Claro, claro, como si en ese momento no estuvieran más concentrados en los precios del aguacate.
Nada más cargar la página, mi navegador casi pide un exorcismo. Esa mezcla de colores rojo-neón y negro-chillón me recuerda al garaje clandestino de "Rápido y Furioso". Si la idea es atraer clientes, siento que esta paleta de colores lo único que atrae son dolores de cabeza. ¿Quién dijo que hacer una web era como montar una discoteca de 1985? Con cartones de huevo en las paredesq que vienen en un naranja chillón que hace que mis ojos pidan clemencia como si estuvieran viendo Jumanji de 1995 en una tele de tubo. ¿Quién eligió esta paleta? ¿Un duende de San Patricio con resaca? Es como si hubieran mezclado la estética de Jurassic Park – pero solo las partes con dinosaurios vomitados – con un catálogo de Walmart de los 90.
El menú principal parece el resultado de un juego de Scrabble: palabras al azar sin ningún sentido. "Inicio", "Cuchillas del destino", "Nuestra Manada"… ¿Qué es esto? ¿Una barbería o una secta? Navegar por esta web es como intentar resolver el cubo de Rubik con los ojos vendados.
Nada dice “¡qué alegría verte!” como ser recibido por una avalancha de ventanas emergentes en cuanto pones un pie digital en una página web. Es como si la web te gritara en la cara: “¡MIRA ESTE DESCUENTO! ¡SUSCRÍBETE AQUÍ! ¡TENEMOS COOKIES!” antes de que puedas siquiera procesar qué demonios estás viendo.
Algunos pop-ups son tan insistentes que parecen estar coqueteando contigo: “¿Seguro que no quieres mi newsletter? Vamos, dame una oportunidad”. Y mientras luchas por liberarte, tu pantalla se convierte en un carnaval de anuncios de cosas que no necesitas, como una licuadora con Wi-Fi o un curso para aprender a doblar sábanas como Marie Kondo. ¿Experiencia de usuario? ¿Privacidad? Eso es para débiles. Aquí, el objetivo es que salgas con un dolor de cabeza y un carrito lleno de productos que no recuerdas haber querido.
Lo primero que vemos al entrar en nuestra página de accesorios es un carrusel de imágenes que se mueve más rápido que Speedy González después de tomarse cinco Red Bulls. No tengo tiempo ni para leer el primer titular antes de que ya esté mirando el quinto producto. Es como si el diseñador web hubiera pensado: "¿Velocidad de lectura humana? Nah, vamos a asumir que todos son Flash."
El buscador de la página parece tener la inteligencia artificial de una tostadora particularmente obtusa. Buscas "collar plateado" y te sugiere "calcetines verdes", como si el algoritmo hubiera sido programado por un dadaísta nihilista con un sentido del humor muy peculiar. Y cuando finalmente encuentra algo remotamente relacionado con tu búsqueda, te bombardea con 458 resultados sin ninguna opción de filtrado útil. Es como pedirle a Siri que te cuente un chiste y que te recite la enciclopedia completa en arameo. Como diría Yoda: "Encontrar lo que buscas, imposible es. Abandonar toda esperanza, debes."
Buscas "Transformer Optimus Prime" y te sugiere "transporte óptimo para primos". Intentas con "Coche teledirigido Ferrari" y te muestra "cochitril dirigido a ferrocarriles". Es como si el algoritmo hubiera sido programado por el mismo equipo que subtitula videos automáticamente en YouTube – ese equipo que convierte "Let it go" de Frozen en "Leticia gozó".
Las imágenes de la clínica de estética merecen un capítulo aparte en los anales de la fotografía surrealista. Primero, la precisión: aparentemente fueron tomadas con la primera cámara digital jamás fabricada, o posiblemente con una patata. La resolución era tan baja que tenías que adivinar si estabas viendo un tratamiento facial o una escena de "The X-Files".
Las fotos de "antes y después" eran particularmente impresionantes, en el sentido más tragicómico de la palabra. En el "antes", las modelos aparecían con iluminación digna de una película de terror, ángulos desfavorecedores y expresiones que sugerían que acababan de ver el final de "Juego de Tronos". En el "después", milagrosamente, no solo habían mejorado su piel, sino que también habían cambiado de raza, estructura ósea y, en algunos casos, género. Era como si el Dr. Frankenstein se hubiera reconvertido en esteticista.
Un destacado especial merece la sección de "Nuestras Instalaciones", donde mostraban orgullosamente equipos médicos que parecían sacados directamente del set de "La Naranja Mecánica". Nada dice "relájate y déjate mimar" como una máquina que parece diseñada para extraer confesiones en regímenes totalitarios.
En la página de eventos: ¿Intentar encontrar la ubicación de la boda? ¡Buena suerte, amigo! El mapa está incrustado en la página con la delicadeza de un bloque de cemento y apunta a una dirección que ni Google Maps reconoce. "Gire a la izquierda en la tercera palmera inclinada y siga recto hasta que escuche el sonido de las campanas". Fantástico, espero que también hayan escondido pistas secretas en servilletas.
¡Por fin! Has encontrado un zapato que te interesa. Ahora, naturalmente, quieres ver cómo es. Las fotos son cruciales, ¿verdad? Pues prepárate para la galería de imágenes más inútil desde que se inventó la cámara digital.
Foto 1: Un primer plano tan extremo del cuero que podrías estar viendo la superficie de Marte o un trozo de pizza quemada.
Foto 2: El zapato fotografiado desde un ángulo tan artístico que ni Picasso en su período cubista entendería qué parte estás viendo.
Foto 3: El zapato completo, ¡por fin! Pero está sobre un fondo del mismo color, así que solo ves una silueta flotante como un fantasma de cuero.
Foto 4: Un modelo usando los zapatos, pero la foto está recortada a la altura de sus rodillas, en un entorno tan sobreexpuesto que parece que los zapatos están ascendiendo al cielo.
Hay 347 reseñas, pero cuando intentas filtrarlas por puntuación más baja para ver los problemas potenciales, mágicamente solo aparecen reseñas de 4 y 5 estrellas. Es más sospechoso que las coartadas en un episodio de "CSI". Las reseñas negativas han desaparecido como los calcetines en la lavadora, transportadas a una dimensión paralela donde también residen todos los bolígrafos que has perdido en tu vida.
- Lenguaje exagerado: Las descripciones están llenas de palabras como “milagroso” y “transformador”, lo cual suena más a un anuncio de televisión para un infomercial a las 3 AM que a una descripción seria de un producto. “Este labial te hará sentir como si estuvieras en la cima del mundo”... Claro, porque lo único que necesito para sentirme bien es un poco de color en mis labios.
- Falta de información clave: Y cuando finalmente llegas a la lista de ingredientes, te das cuenta de que no hay información sobre lo que realmente contiene el producto. Es como comprar una caja misteriosa sin saber si hay joyas o simplemente calcetines viejos dentro.
El contenido de esta página es tan vago y genérico que podrías jurar que fue escrito por un generador automático de texto que acaba de descubrir el poder de las palabras grandilocuentes. Frases como "innovación disruptiva" y "sinergia colaborativa" están esparcidas por doquier, como si fueran el confeti de una fiesta corporativa aburrida. Y ni hablar de los errores gramaticales. Es como si el corrector ortográfico hubiera decidido tomarse unas vacaciones permanentes.
Pero lo mejor de todo son los nombres de los productos. ¡Una verdadera obra de arte! "Labial Rojo Pasión Infernal", "Sombra de Ojos Verde Esmeralda de la Envidia", "Base de Maquillaje Beige Desierto del Sahara"... ¡Qué creatividad! ¿Y qué tal si nos ponemos un poco más serios? ¿O es que acaso todos los nombres tienen que sonar como un título de telenovela mexicana?
“En nuestra prestigiosa institución, llevamos 200 años fomentando la excelencia académica con una visión holística de desarrollo integral...” Ok, pero ¿qué programas tienen? ¿Cuánto cuesta? ¿Dónde está mi beca? El texto está lleno de palabras pomposas y frases que, al final, no dicen nada. Es como si el redactor hubiera usado un generador automático de discursos genéricos.
Y luego están esas reseñas detalladas y bien escritas que parecen haber sido redactadas por Shakespeare en persona... todas dando 5 estrellas a productos que, según otras reseñas más creíbles, se desintegran al primer contacto con el aire. Como diría Morpheus de Matrix: "¿Qué es más real: la reseña que lees o el producto que recibes?"
La sección de "Noticias y Eventos" es una cápsula del tiempo digital más efectiva que cualquier proyecto de ciencias de quinto grado. La noticia más reciente, destacada con un brillante "¡NUEVO!" parpadeante, anuncia orgullosamente la implementación de pizarras digitales en las aulas... fechado en noviembre de 2017. Es como encontrar un episodio de "Los Soprano" promocionado como el último éxito de televisión.
Ver la página en el móvil es como intentar leer "Guerra y Paz" a través de una mirilla. Los botones son tan pequeños que necesitarías la precisión de un cirujano neurocirujano para acertar. El texto se superpone, las imágenes se distorsionan, y los menús desplegables se convierten en un juego de Tetris particularmente frustrante.
Y si buscas un número de teléfono, está tan bien escondido que Indiana Jones necesitaría tres películas y media para encontrarlo. Cuando finalmente lo localizas, te responde un mensaje grabado que te invita amablemente a visitar la página web para resolver tus dudas. El círculo perfecto. Como diría HAL 9000: "Lo siento, Dave, me temo que no puedo ayudarte con eso."
El footer de la página es como esa escena post-créditos de Marvel que todos esperan: interminable y llena de información que nadie pidió. Contiene enlaces a páginas que no han sido actualizadas desde que MySpace era popular, botones de redes sociales que te llevan a perfiles abandonados, y políticas de privacidad que podrían servir como sustituto del Ambien.
En el vasto universo de internet, hay algo que nunca falta: la egolatría desmedida. Muchas páginas web de arquitectos parecen haber sido diseñadas por Narciso mismo, quien se pasaba horas admirando su reflejo. En lugar de enfocarse en lo que realmente importa —los clientes y sus necesidades—, se dedican a hablar de sus títulos, premios y proyectos pasados como si fueran los elegidos por los dioses para construir el Partenón.
¿Lograste encontrar una bota que te gusta? Felicidades, eres más persistente que Rocky Balboa subiendo esas escaleras. Ahora viene el verdadero desafío: añadirla al carrito. Haces clic en "Comprar" y… nada. Silencio. ¿Se rompió el botón? ¿Es esto una prueba de paciencia zen? Vuelves a intentarlo, y de repente te aparece un pop-up que dice: "¿Estás seguro de que quieres estas botas?". ¿Qué es esto, una intervención? Sí, estoy seguro, "Botas Locas", ¡por eso hice clic!
Si Wall Street tuviera un equivalente digital al crimen organizado, sin duda sería esta página web. Porque lo que tenemos aquí no es solo un atentado contra la dignidad del internet, sino también contra la estabilidad emocional de cualquier usuario que ose intentar solicitar un crédito sin perder la cordura. Y como el servicio al cliente brilla por su ausencia, hoy nos tomamos la libertad de hacer un "análisis financiero" de esta joya digital digna de un documental de Netflix sobre fraudes financieros.
¿Quién necesita leer el contenido de una página web cuando puedes tener una avalancha de pop-ups que te asaltan con publicidad, ofertas y encuestas? ¡Anuncios que te persiguen por toda la pantalla, ventanas emergentes que te hacen sentir como si estuvieras en un videojuego de disparos y encuestas que te preguntan hasta tu grupo sanguíneo! ¡Es como estar atrapado en un centro comercial virtual!
Entrar a una web y ser bombardeado por pop-ups es como enfrentarte a un ejército de clones en Star Wars: abrumador y exasperante. “¡Suscríbete a nuestro boletín!”, “¡Oferta válida por 2 minutos!”, “¡Acepta nuestras cookies o te perseguiremos en tus sueños!”. Es como si la página tuviera un megáfono digital y cero respeto por tu paz mental. Cierras uno, y aparece otro, como las cabezas de la Hidra en Hércules. Los pop-ups son el equivalente a ese vendedor de centro comercial que te sigue con muestras gratis aunque grites “¡No, gracias!”. Si quieres que tus usuarios huyan más rápido que Sonic en esteroides, sigue así.
En la era de los memes y los efectos especiales, es tentador agregar cada animación y transición disponible a tu web. Sin embargo, el exceso puede convertir tu sitio en un auténtico festival de efectos visuales, donde cada clic se siente como el estreno de la última película de Marvel. ¿Quién no ha visitado alguna vez una página que parpadea, vibra y gira en cada interacción? Si te quedaste pensando que estabas en medio de una rave digital, no estás solo.
Las animaciones deben ser sutiles y funcionales, no distracciones constantes. Un error común es utilizar transiciones exageradas que, en lugar de mejorar la experiencia, terminan por saturar al usuario. Es como ver una versión de Matrix en cámara lenta: todo se ve raro y fuera de lugar. Al final, el objetivo es guiar al usuario, no hacerle sentir que está en el set de filmación de una película experimental sin sentido.
Vivimos en un mundo donde la gente navega más desde sus celulares que desde computadoras, pero algunas webs parecen no haber recibido el memo. Textos tan pequeños que necesitas una lupa para leerlos, botones diminutos que desafían la precisión de tus dedos, y un diseño que grita “¡me veo genial en una pantalla de 27 pulgadas!” mientras tu teléfono llora en silencio.
Entrar a una web y ver que la última actualización fue en 2012 es como tropezar con un fósil digital en medio de la autopista de la información. Noticias que hablan de eventos que ya nadie recuerda, promociones que caducaron hace una década y un blog cuya última entrada es un “¡Feliz Año Nuevo!” de cuando aún usábamos Blackberrys.
Hay páginas web que parecen haber sido diseñadas en una fiebre creativa por un niño de cinco años armado con Microsoft Paint y una caja de crayones gastados. Colores neón que chocan como autos en una persecución policial, tipografías tan retorcidas que parecen un acertijo egipcio, y una disposición de elementos tan caótica que hasta un huracán diría “esto es demasiado”. Amarillo chillón sobre fondo verde lima hacen llorar.
¿Recuerdas los días del internet por marcación, cuando cargar una foto pixelada de un gato te tomaba 15 minutos y aún así te emocionabas? Bueno, algunas páginas web parecen estar atrapadas en esa época dorada, ofreciendo tiempos de carga tan largos que podrías escribir una novela, hornear un pastel y adoptar una mascota antes de que la página se digne a aparecer.
Nada dice "profesionalismo" como un sitio web lleno de colores brillantes, fondos animados y textos que parpadean más rápido que las luces de una discoteca de sábado por la noche. ¿Recuerdas el MySpace de los 2000? Esa plataforma donde la regla era que no había reglas (ni buen gusto). Si el texto parpadea como las alarmas de una película de Michael Bay, probablemente deberías reconsiderarlo. Los visitantes no necesitan gafas de sol para navegar tu web.
Algunos diseñadores creen que más es mejor, así que llenan cada centímetro de la pantalla con botones, banners, widgets y un contador de visitas (sí, esos todavía existen). Es como el buffet libre de un crucero: termina siendo abrumador y no hay espacio para disfrutar nada. ¿Quién necesita aire visual cuando puedes tener cinco menús desplegables y un slider de imágenes girando a la velocidad de "Rápidos y Furiosos"?
Por favor, no más fotos del tipo sonriente en traje cruzado con los brazos cruzados. Este tipo ya protagonizó 10,000 webs y está agotado. La web es un lugar para ser original, no para reciclar clichés visuales. Cuando reutilizas fotos genéricas, tu página se convierte en un capítulo más de "¿Dónde está Wally?", pero sin el placer de encontrarlo.
Los videos que empiezan solos son la pesadilla de cualquier internauta. No hay nada más irritante que navegar en silencio y que, de repente, una voz anuncie: "¡Bienvenido a nuestra página!" a todo volumen. Este es un error tan terrible como poner la discografía de Marbele en repeat.
Algunos sitios web están diseñados como si su propósito fuera emular el Laberinto del Minotauro. Necesitas un GPS, tres mapas y posiblemente un hilo de Ariadna para encontrar la información que buscas.
Es como si los diseñadores se hubieran inspirado en la distribución de IKEA: "Hagamos que pasen por absolutamente todas las secciones antes de que puedan encontrar el botón de compra". La diferencia es que al menos en IKEA consigues albóndigas al final del recorrido, mientras que en estas páginas web solo obtienes frustración y posiblemente un síndrome del túnel carpiano por tanto clic.
Este enfoque es tan efectivo como la trama de "Lost" en su última temporada: confusa, innecesariamente complicada y al final nadie entiende realmente qué pasó. El seguimiento del pedido es otra joya: "Su paquete está en camino" durante cinco días consecutivos, como si el repartidor fuera Forrest Gump atravesando Estados Unidos a pie. Y cuando finalmente llega el día estimado de entrega, recibes un críptico mensaje: "Intento de entrega fallido". ¿Fallido cómo? ¿El repartidor fue atacado por lobos? ¿Se encontró con una anomalía temporal? ¿Decidió que tu dirección era demasiado mainstream y prefirió entregar paquetes en ubicaciones más alternativas?
Si tu página web no vende, es probable que esté atrapada en uno (o todos) de estos desastres...
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